Es importante destacar que los genes no cambian por lo que comemos, pero sí se expresan de una manera u otra por lo que con la Nutrigenómica se conseguiría clasificar a cada persona con su talla genómica (como si te dijeran qué talla de camisa usas).
¿Existe alguna relación con otras dolencias?
Hay que tener en cuenta que, aunque la alimentación y la genética son importantes, no dependen solo de ellas, ya que el estilo de vida y el ambiente tienen una importancia clara. El estrés, dormir pocas horas o comer fuera de horarios engorda más, pero como explica Ordovás “Hemos conseguido demostrar que darle a cada individuo lo que genéticamente necesite no solo va a controlar la diabetes, el colesterol o la obesidad, sino que, si la prevención es temprana, en edades adultas podemos evitar que, por ejemplo, se desarrollen enfermedades cardiovasculares”.
Gracias al estudio realizado a 7.400 voluntarios de toda España por la profesora Dolores Corella, catedrática de Medicina Preventiva en la Universidad de Valencia y miembro de CIBER Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición, se concluyó que la dieta mediterránea reduce más la incidencia de las enfermedades cardiovasculares que la dieta baja en grasas recomendadas.
En definitiva, el objetivo que persigue la investigación, que sigue en proceso a día de hoy, no es que en el futuro las personas sepan su secuencia genética y por tanto su dieta, sino identificar tipos según su variable genética.
Texto: Ana Fernández Susaeta
Fotografía: @shotsoflouis
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